domingo, 11 de abril de 2010

ADOREMUS de la Divina Misericordia (9-4-2010)


El pasado viernes 9 de abril, retomamos el ADOREMUS después de la Semana Santa. Como el siguiente domingo, Segundo Domingo de Pascua, la Iglesia celebraba la Divina Misericordia, qué mejor que dedicar dicho día a está devoción tan reciente y necesaria. Y para ello pedimos a D. Juan García Inza que nos acompañara y nos diera el testimonio. D. Juan es el párroco de Santo Tomás de Aquino (de Murcia), cuyo templo es el primer Santuario en España dedicado a la Divina Misericordia; a la par, es el principal impulsor del Apostolado de la Divina Misericordia en la Comunidad de Murcia.

Esta piedad parte de unas revelaciones del propio Señor a Santa María Faustina Kowalska (1905-1938) recogidas en un diario. En ellas le encomendaba que difundiera por el mundo la devoción a su Divina Misericordia. Elemento instrumental importante es el cuadro que fue esbozado a Santa Faustina. D. Juan dejó bien claro que la devoción no es al cuadro, sino que este representa el verdadero objeto: el Amor Misericordioso. Para situarnos en el contexto propio, nos trajo a colación varias citas evangélicas; su explicación e interconexión nos dibujaron el marco y fundamento de esta piedad. Algunas de estas citas fueron: “El hijo pródigo”, “La oveja perdida”, “La moneda perdida” y “El buen samaritano”.

La Divina Misericordia nos impele a hacerla presente en el mundo a través de la vivencia de las Obras de Misericordia, tanto Corporales (visitar y cuidar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, redimir al cautivo y enterrar a los muertos) como Espirituales (enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo y rogar a Dios por vivos y difuntos). Incluso, puso el énfasis en las espirituales, ya que, a través de nuestra oración y ofrecimientos, el Señor haría mucho más de lo que nosotros podríamos realizar directamente con nuestras propias fuerzas.

Nos leyó un par de oraciones de Teilhard de Chardin. Una de ellas terminaba con las siguientes palabras (tan del ADOREMUS): “ADORA Y CONFÍA”. Nos expuso también el papel fundamental de Juan Pablo II. Cuando aún era obispo de Cracovia, visitaba frecuentemente el convento en el que María Kowalska está enterrada, solicitando y consiguiendo de las autoridades eclesiales el reconocimiento de esta devoción. Como Papa, canonizó a sor María Faustina Kowalska (30 de abril de 2000) y potenció la difusión mundial de esta devoción. Su primera encíclica, Dives in misericordia (Rico en Misericordia), estaba fundamentada en el Amor de Dios explicado y explicitado a través de su Misericordia.

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