miércoles, 9 de junio de 2010

MARÍA EUCARÍSTICA

El Papa Juan Pablo II, en su encíclica Ecclesia de Eucharistia, ha propuesto a toda la Iglesia reflexionar sobre el vínculo existente entre María y la Eucaristía. Efectivamente, en el capítulo VI de la mencionada encíclica, titulado En la escuela de María, Mujer "eucarística", nos dice que Ella «puede guiarnos hacia este Santísimo Sacramento porque tiene una relación profunda con él».
En base a esta afirmación del Santo Padre podemos preguntarnos: ¿Qué relación tiene María con la Sagrada Eucaristía? ¿La Madre participó en la Última Cena cuando Jesús instituyó este sacramento o, en todo caso, en las celebraciones eucarísticas de la primera comunidad cristiana? ¿Está presente la Madre en todas las ceremonias eucarísticas de la Iglesia? ¿Qué puede enseñarnos María respecto a nuestro amor al Señor Jesús sacramentado?
Siguiendo las reflexiones del Santo Padre lo primero que debemos decir es que en toda la Sagrada Escritura no se menciona explícitamente la relación entre María y la Eucaristía. «A primera vista, el Evangelio no habla de este tema. En el relato de la institución, la tarde del Jueves Santo, no se menciona a María». Sin embargo sabemos, siguiendo el relato de los Hechos de los Apóstoles, que María perseveraba en la oración con la primera comunidad en espera del Espíritu Santo. Así pues, la presencia de la Madre «no pudo faltar ciertamente en las celebraciones eucarísticas de los fieles de la primera generación cristiana, asiduos "en la fracción del pan"».
Pero, más allá de la participación de María en las primeras misas, «la relación de María con la Eucaristía se puede delinear indirectamente a partir de su actitud interior. María es mujer "eucarística" con toda su vida». Por lo tanto podemos decir pues que la espiritualidad de María es una espiritualidad netamente eucarística.
ANTE EL MISTERIO EUCARÍSTICO
En la Eucaristía «está el tesoro de la Iglesia, el corazón del mundo; sin duda alguna es un misterio grande, que ciertamente nos supera y pone a prueba la capacidad de nuestra mente de ir más allá de las apariencias».
La Eucaristía es un misterio de fe. Sin embargo, «... el hombre está siempre tentado a reducir a su propia medida la Eucaristía, mientras que en realidad es él quien debe abrirse a las dimensiones del Misterio». En el momento de la celebración de la Eucaristía la fe es puesta a prueba, pues como dice Santo Tomás de Aquino: «visus, gustus, tactus fallitur, sed auditu solo tuto creditur (la vista, el gusto y el tacto se engañan, solamente el oído cree todo)». Nadie como María puede educarnos en esta virtud para reconocer, más allá de las apariencias sensibles, a Cristo Vivo. ¿Y cómo ha vivido María su "fe eucarística"?
«En cierto sentido, María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios».
LA EUCARISTÍA EN LA VIDA DE MARÍA
El Pan eucarístico que recibimos es el verdadero Cuerpo nacido de María Virgen. Jesús es «carne y sangre de María». Podemos descubrir de esta forma una semejanza profunda entre el HÁGASE de María y el amén que cada fiel pronuncia antes de recibir el Cuerpo de Cristo. A María le pidió el ángel creer que Aquel que nacería de su seno era el Hijo de Dios y a nosotros se nos pide de manera análoga creer que es el mismo Señor Jesús quien está presente de forma verdadera, real y substancial bajo la apariencia del pan.
En la VISITACIÓN de María a su prima Isabel podemos descubrir a la Madre como «el primer "tabernáculo" de la historia» donde el Señor Jesús, todavía oculto a los ojos y oídos de los hombres, «se ofrece a la adoración de Isabel, como "irradiando" su luz a través de los ojos y la voz de María». María es verdaderamente la "Custodia viva del Señor", el «admirable ostensorio del Cuerpo de Cristo».
María hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía con toda su vida, especialmente al pie de la CRUZ: «Preparándose día a día para el Calvario, María vive una especie de "Eucaristía anticipada" se podría decir, una "comunión espiritual" de deseo y ofrecimiento, que culminará en la unión con el Hijo en la pasión y se manifestará después, en el período postpascual, en su participación en la celebración eucarística, presidida por los Apóstoles, como "memorial" de la pasión».
«Recibir la Eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús. "Permaneced en mí, y yo en vosotros" (Jn 15,4). Esta relación de íntima y recíproca "permanencia" nos permite anticipar en cierto modo el cielo en la tierra» .
DINÁMICA EUCARÍSTICA DE LA EXISTENCIA
El encuentro con Cristo, profundizado continuamente en la intimidad eucarística, suscita en la Iglesia y en cada cristiano la exigencia de evangelizar y de dar testimonio. Recibir continuamente el don de la comunión sacramental implica también acoger el memorial de la Cruz, donde el Hijo nos entrega a su Madre.
El cristiano auténtico reconoce en el misterio eucarístico la raíz y el secreto de su vida espiritual, el sacramento vivo de la gracia de Cristo y, por eso, siente que sólo puede pagarlo con la entrega de sí mismo.
Así mismo las visitas al Santísimo han de ser un momento para profundizar en la gracia de la comunión y de la reconciliación sacramental y revisar nuestro compromiso con la vida cristiana; la confrontación de cada uno ante la Palabra de Dios, o en el silencio de la oración, permaneciendo ante Él y desplegándonos en el amor, debe impulsar a contrastar la verdad de la oración que siempre mueve a la conversión personal y al encuentro con los hermanos, dando con todo ello gloria a Dios.

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