lunes, 3 de mayo de 2010
LA FIGURA DE JUAN PABLO II
Del 14 al 18 de abril se celebró en la UCAM un Congreso sobre la personalidad de Juan Pablo II. Diferentes especialistas y personas que colaboraron de cerca con el papa Polaco ofrecieron las claves de un Papa que gobernó la Iglesia durante 26 años. Se destacó su papel en el diálogo interreligioso y ecuménico, su aportación en la teología moral y en asuntos de síntesis entre fe y razón, fue un papa muy querido por los jóvenes, abierto al diálogo con el mundo, defensor infatigable de la vida, de la familia y de la belleza del amor humano.
Jorge Rodríguez, miembro de Popular Televisión -medio encargado de contar al público los contenidos que se ofrecían en este Congreso sobre Juan Pablo II-, ofreció un testimonio sobre algunos aspectos de Juan Pablo II tratados a lo largo de las distintas conferencias y especialmente sobre su tratamiento informativo en Popular Tv. Pudimos ver un reportaje de su vida y algunos videoclips que trajeron a la memoria esa personalidad contagiosa y alegre del papa polaco.
En cierta ocasión, un periodista preguntó al Papa si podía decir en pocas palabras cuál era la finalidad de la Iglesia. El papa le respondió que con una sola palabra podía hacerlo: “Salvación”. Esto lo contaba Navarro Valls, exportavoz de la Santa Sede y que acompañó a Juan Pablo II durante casi todo su pontificado. La Iglesia obra la Salvación, y al mismo tiempo, la ilustra, la enseña, es decir Comunica al hombre aquello que es necesario para su Salvación.
Juan Pablo II fue un gran comunicador. Dicen algunos expertos que entre los medios de comunicación y él se producía una complicidad especial. Juan Pablo fue, según el biógrafo George Weigen, una de las personas más visibles de la historia de la humanidad. Es probable que ninguna persona haya sido vista por tantas personas en vivo, en tantos lugares distintos y durante tanto tiempo, y si a eso añadimos las retransmisiones televisivas este efecto se multiplica aún más.
Un aspecto muy importante de la personalidad de Juan Pablo II y no tan conocido por todos es su profunda vida interior. Quienes han podido estar cerca de él avalan su vida de oración y su intimidad con Dios. Quizás esto pueda explicar su fuerza, su tenacidad, su resistencia al sufrimiento y el ánimo y esperanza que flotaba en cada uno de sus mensajes.
Juan Pablo II escribió muchísimo, el legado que ha dejado contribuirá aún más a conocerle a medida que sus documentos sean más estudiados y proyectados a la vida interior y a la praxis de los cristianos.
Juan Pablo II fue también el papa de los gestos, de los signos. Ha sabido entender la dinámica de los medios y del mundo moderno, no para servirse de ello, sino para participar en ella. Algunos ejemplos que ilustran esto: la costumbre de arrodillarse y besar el suelo cada vez que visitaba por primera vez un país, los saludos, no le importaba ponerse un sombrero, un collar o cualquier elemento que le ofreciesen y con los que poder expresar su cercanía a las tradiciones de un pueblo. Se esforzó por hablar en el idioma del país que visitaba. Numerosas fotografías han quedado en nuestra memoria sobre esta capacidad de comunicar la Salvación con gestos simples: ya anciano y recorriendo agarrado a otros jóvenes los Campos Eliseos de París con la Torre Eiffel al fondo, depositando una carta en un hueco del Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, visitando en la cárcel a aquel que había intentado asesinarle, besando a niños y a jóvenes en la frente, saludando con entusiasmo a numerosos líderes mundiales, etc.
Fue el papa de las familias y de los jóvenes. El día de su muerte numerosas concentraciones espontáneas de jóvenes en San Pedro del Vaticano y en diversas ciudades de todo el mundo parecían querer dar tributo y agradecer al Papa el afecto y cariño que por ellos había expresado. A ellos les dirigió en 1985 una carta, “Carta a los jóvenes”, con ellos se encontraba cada 2 años en un Encuentro Mundial, a ellos se dirigía cada año en un Mensaje, con ellos se quería encontrar en cada uno de sus viajes.
Juan Pablo creyó en los jóvenes, como cristo creyó en el joven del Evangelio. Supo ofrecer respuesta a los grandes interrogantes, respuestas difíciles pero sinceras, de felicidad, esperanza para su Salvación.
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