lunes, 5 de marzo de 2012

YA TENEMOS VIDEO DEL ADOREMUS DE CARTAGENA

Queridos amigos del ADOREMUS, ya tenemos video de nuestro querido encuentro con Nuestro Señor sacramentado. En él se recogen varias escenas vividas por muchos de vosotros. Se ha montado de forma dinámica para atraer la atención y hacer caer en la cuenta de la importancia de lo que hacemos. Os damos el enlace de youtube y os pedimos que lo difundáis todo lo que podáis. Esperamos que os guste.
Enlace: http://www.youtube.com/watch?v=tZ6zq_XUmA4

miércoles, 9 de febrero de 2011

TESTIMONIO DE JOSICO

Hasta los 17 años, yo no sentía ciertamente la experiencia de Dios. Era creyente por tradición y me movía por el mundo de JMV simplemente por que mis amigos lo hacían y las Hermanas del colegio nos habían empujado a ello.

En esos momentos me vi en la necesidad de buscar a Dios, e iba de aquí para allá, en un sitio y en otro, sin encontrar mi sitio como cristiano.

Sor Miguela, una gran Hija de la Caridad, me propuso ir a un encuentor nacional de JMV en Benagalbón(Málaga). Yo no quería ir, pero insistió y mis padres pagaron el viaje, así que no podía echarme atrás.

!Quién me iba a decir a mi que ese lugar iba a ser el lugar más hermoso jamás imaginado¡. Allí pude tocar, oler, saborear y hablar con Dios por primera vez en toda mi vida. Todo lo que se respiraba éra por y para Dios.

Al año siguiente volví al mismo sitio, ya por ptopia voluntad, y fue un momento de oscuridad, donde no disfruté como otras veces de esos encuentros. Hablando con un gran Misionero Paúl; Padre Óscar CM, me dijo: ¿Y no será que tú tienes vocación de paúl? Ahí comenzó todo el rollo de la vocación.

Durante todo ese año estuve en contacto con el P. Hernán CM. y me ofreció asistir a una convivencia en Pamplona en el verano de 2009. En esa convivencia iba con prejuicios hacia los padres por las habladirías de la gente, y tuve una gran riña con un buen padre. Gracias a Dios existe el perdón y todo se solucionó.

Y ahí seguimos caminando, en el pasado 2010 pude experimentar y disfrutar de otras tantas convivencias, campos de servicio...en verano conocí a un gran Hermano que me anima y aconseja en esto de la vocación; un seminarista paúl.

¿Por qué soy vicenciano?

Mi fe ha comenzado y ha crecido en un ambiente vicenciano; primero con las Hijas de la Caridad y luego en Juventudes Marianas Vicencianas.

San Vicente de Paúl es un santo que me apasiona, junto con otros santos vicencianos: Beato Ozaman, Beata Rosalía Rendú, Sta. Luisa de Marillac......

Entregar toda la vida, cada año, día, hora, minuto y segundo a los más necesitados de la sociedad y el mundo.

Y sobre todo porque así Dios lo quiere.

Soy un joven normal, estudiante, que se divierte y disfruta de los amigos.........pero que además reza.

Gracias. Unidos en servicio y oración.

QDiosOB.

martes, 23 de noviembre de 2010

DESDE EL ADOREMUS HACIA LAS JORNADAS MUNDIALES DE LA JUVENTUD II

Siguiendo con la línea que nos habíamos propuesto, el viernes pasado, abordamos nuevamente el tema de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Dos miembros de la Comisión de Voluntariado de la Diócesis, Carmela y Fran, y una joven que participó de las JMJ en Colonia, Susana, compartieron su testimonio con nosotros.
El video inicial que nos pusieron con imágenes de la llegada de la Cruz a Cartagena y de las JMJ de los últimos años, fue una “composición de lugar” magnífica para saber de qué estábamos hablando. Un “acontecimiento de gracia” fue la definición que le dio Fran; y es que verdaderamente resulta ilusionante sabernos embarcados en este proyecto de la Iglesia Universal: el encuentro de cientos de miles de jóvenes del mundo con el Papa, con Cristo.
Nos contaron cómo se están “reclutando” voluntarios y familias de acogida por toda la Diócesis para recibir a los 12.000 jóvenes que se esperan en Murcia. Nos explicaron que si alguien quiere ser voluntario o familia de acogida no tiene más que ir a su Parroquia y ofrecerse.
Susana compartió su experiencia en Colonia, la alegría inmensa de saber que vivía en sintonía la misma fe, los mismos valores que los miles de jóvenes que se congregaron en Alemania junto a Benedicto XVI.
Carmela nos contó una de las imágenes que más le marcaron de aquella JMJ: los jóvenes arrodillados en el lodo, frente a las carpas en las que durante toda la noche estuvo expuesto el Santísimo. Esto toca directamente a los jóvenes que buscan a Cristo cada viernes en el Adoremus, “no estamos solos”. Jesús escondido en la Eucaristía sigue atrayendo el corazón del joven.

jueves, 18 de noviembre de 2010

EL BEATO JOHN HENRY NEWMAN

Entre los testimonios del valor y el significado de la vida interior, la actualidad de su beatificación nos pone en primer plano hoy la figura del cardenal Newman. Toda conversión sucede como diálogo íntimo antes de florecer hacia fuera, a los ojos de los hombres. El caso de J. H. Newman confirma esta verdad. Él mismo refiere lo que fue el laborioso itinerario que lo condujo al seno de la Iglesia católica en 1845, a los 44 años de edad. No lo hace con ánimo de polemizar, hasta el punto de que la biografía íntima que redacta de estos acontecimientos es inicialmente concebida como Apologia pro vita sua, como último recurso defensivo cuando la presión externa, los malentendidos y sospechas sobre su persona, no tienen ya otro modo de ser despejados que ofreciendo el relato de sus pasos y los motivos que internamente lo movieron. Era abrir su alma, son sin pudor e incomodidad, incluso con la aportación de pasajes enteros de obras y cartas suyas, para poder testificar con nombres y fechas lo que ha llegado el momento de aclarar: que no hubo doblez ni deslealtad hacia la Iglesia de Inglaterra en quien intentó por todos los medios mantenerse en ella, defender la catolicidad que en ella entendía que se podía encontrar en instituciones, ritos, doctrinas y ministerios. No es hasta entrada su vida que acomete la empresa de resolver la paradoja de que esas trazas de tradición y apostolicidad convivieran con un rechazo casi visceral del llamado “papismo” o “romanismo”, algo en lo que él, durante años, también participó.
Varios episodios interiores, esencialmente ligados al estudio de los Santos Padres y el desarrollo del dogma en los siglos IV y V, acaban por vencer lo que él tendrá por un prejuicio propio de años y, en toda Inglaterra, de siglos. Sólo cuando una nueva verdad lo arrincona abandonará cargos, oficio, amistades, y afrontará las acusaciones de haber sido un enemigo solapado, un obrador de astucias que aprovecha la confianza depositada en una maniobra de ventaja. Sin embargo él, que se ha abstenido incluso de comunicarse con quien podía comprometer su camino en solitario sumándose a él, que no ha querido estimular, mientras ha sido anglicano, la conversión católica de otros cuando la suya estaba próxima, declara su juego limpio sin empeñarse en que su defensa suponga, una vez en la Iglesia Católica, asunción débil o temblorosa de la verdad descubierta. Su insistencia es más bien que esa verdad siempre estuvo ahí. Que se ha limitado a aceptar lo que le guiaba desde el principio, ante el asombro de sí mismo: «No tenía consciencia, en mi conversión, de diferencia alguna de pensamiento o o ánimo respecto de lo anterior. No era consciente de una fe más firme en las verdades fundamentales de la revelación o de un mayor autocontrol; no tenía más fervor; pero era como llegar a puerto después de la marejada […] y, reacio como soy a ofender a loa anglicanos piadosos, estoy obligado a confesar que experimenté un gran cambio en mi visión de la Iglesia de Inglaterra. No puedo decir cuándo me asaltó —pero fue muy pronto— el radical asombro de haber podido imaginar alguna vez que fuera una porción de la Iglesia Católica. Por primera vez la miraba desde fuera y la veía como era. Al momento, ya no podía conseguir ver en ella otra cosa que lo que había sospechado con temor tanto tiempo, desde, al menos, 1836: una mera institución nacional. Así la vi cuando, de golpe, se me abrieron los ojos, espontáneamente, al margen de todo acto concreto de razonamiento o argumentación. Y así la he visto desde entonces. Supongo que la causa principal de esto estriba en el contraste que me proporcionó la Iglesia Católica. Reconocí entonces de inmediato una realidad nueva para mí. Notaba que no me estaba haciendo una Iglesia con un esfuerzo mental; no tenía que hacer un acto de fe en ella; no tenía que forzarme fatigosamente a una postura; pero el alma se replegaba en paz y relajación y yo la contemplaba casi pasivamente como un gran hecho objetivo. La miraba… sus ritos, sus ceremonias y preceptos, y me decía: “Esto es una religión”. Y cuando volvía la vista a la pobre Iglesia Anglicana, por la que había trabajado tan duro, y a cuanto le concernía, y pensaba en nuestros diversos intentos de ataviarla doctrinal y estéticamente, me parecía la mayor nadería, vanidad de vanidades. ¿Cómo puedo declarar lo que me pasaba sin parecer satírico? Lo mismo que la gente me llama crédulo por admitir las pretensiones católicas, me llama cínico por abandonar las anglicanas. Para ellos es credulidad, para ellos es burla; pero no para mí. Lo que ellos creen exageración, lo creo verdad. No hablo de la Iglesia Anglicana con desdén, aunque a ellos les parezca desdeñoso. Para ellos es, por supuesto, "Aut Cæsar aut nullus," pero no para mí. Reconozco en la Iglesia Anglicana una institución honorable, de noble memoria histórica, un monumento de sabiduría antigua, un recurso decisivo de fortaleza política, un gran órgano nacional, una fuente de vasto provecho popular y, hasta cierto punto, un testigo y maestro de verdad religiosa. Pero que sea algo divino, que sea un oráculo de doctrina revelada, que pueda tener parte en san Ignacio o san Cipriano, que pueda ocupar la dignidad, contestar la enseñanza y salir al paso a la Iglesia de san Pedro, que pueda llamarse “La Esposa del Cordero”, esta es la visión de ella que, sencillamente, desapareció de mi mente con la conversión y que sería un milagro repetir».

martes, 9 de noviembre de 2010

LA ORACIÓN Y PRESENCIA CONTINUA DE DIOS EN EL ALMA (De los escritos del Beato Manuel González)

Expuestos a modo de puntos, durante el testimonio se vieron los siguientes aspectos:
- Comunión constante con Dios: este es el gran fruto de la oración.
- Cuanto más activa es la vida, más contemplativa ha de ser.
- Ser hombre y mujer de oración (no puede ir por un lado la vida y por otro la oración). No debe haber fronteras entre la oración y la vida.
- No debe haber dualidad en nosotros. Hay que vivir en continua presencia de Dios.
- Durante la jornada del Beato Manuel González, una pequeña jaculatoria paladeaba durante todo el día, haciéndole volar constantemente al Corazón de Jesús.
- El calor del corazón lo mantenía con frecuentes visitas al Sagrario. Centraba toda su acción en el Señor.
- Mantenía la presencia continua del Señor, ya que toda su acción no tenía más que un solo objetivo: contentar a Dios.
- Hasta de noche, el pensamiento del Beato Manuel González volaba al Señor. Cuando se despertaba solía decir “Yo tuyo, tuyísimo. Tú mío, miísimo”.
- Le pedía a la Virgen Inmaculada la gracia de hacerlo todo orando, como ella.
- El Beato Manuel González fue maestro de oración. Enseñó a orar de una forma muy sencilla. Este conocimiento se basaba en reconocer la indigencia y debilidad propia y ponerla en manos del Señor para que lo socorriera.
- La miseria de rodillas con las manos extendidas ante la misericordia omnipotente del Corazón de Jesús.